viernes, 15 de abril de 2011

La llama no se enciende y no sé qué puedo hacer.


Importan los hechos, las actuaciones. Importan los momentos cumbres, los momentos en los que tomas una decisión importante. También los momentos de pánico, ansiedad, miedo... aquellos en los que necesitas ayuda urgentemente.

Importa todo eso y no las sonrisitas y los abrazos sin sentimiento. Importa eso y no hablar todos los días de temas vacíos sólo por romper el silencio. Importa eso y no tener que dar siempre un beso o un abrazo cuando no lo sientes.
No importa estar cerca ni llamarse a diario si lo haces por obligación.

Nada de eso importaba, pero tú querías que lo hiciera. Querías que me quedara en casa horas y horas como si eso fuera a mejorar la relación. Me llamabas a mitad del día sin que tuvieras nada que contarme. Ni yo tenía nada que contarte a ti. Vacío conversacional. Creías que ésa era la manera de que fuéramos una madre y una hija con excelente relación, pero para nada.
Querías apariencias y no sentimientos. No querías escuchar mis historias, mis verdaderos problemas. No querías escucharme, yo lo sabía, y si a veces no me quedaba claro, tú me lo decías directamente. No quedaba duda.

Las cosas han cambiado radicalmente, de tener un control absoluto sobre mi persona, hemos pasado a estar meses sin hablar, semanas largas sin vernos y parece que ahora no importa. No echamos de menos porque no quedaba nada, la llama llevaba apagada mucho tiempo, y tu manera de intentar reavivarla no era la adecuada, sólo removías las cenizas una y otra vez sin lograrlo.


Siento mucho que haya ocurrido esto. Tengo envidia cuando oigo a la gente hablar de la buena relación que tienen con sus progenitores, realmente tengo envidia, no sé si malsana o biensana.
Quiero que esto renazca, lo quiero con toda mi alma, pero pasa el tiempo y quieras que no las esperanzas disminuyen.
Y tengo miedo.
No quiero perder esta parte de mi vida para siempre.
Soy humana aunque tú creas que no. Lloro, amo y río como todos los demás.

3 comentarios:

  1. Aunque no todas las experiencias son iguales (eso lo sabes tú bien), por esa experiencia mía te digo que las cosas pueden cambiar. Por muy imposible que parezca a veces. Yo estuve más de un año sin hablarme ni verme con mi madre. Y muchos permanecimos alejadas.
    Ahora, sencillamente, sea como sea mi madre, y pese a todos los desencuentros que hemos tenido, no concibo la vida sin ella cerca. Ella ha cambiado, las cosas han cambiado.
    La vida, afortunadamente, da muchas vueltas.

    ResponderEliminar
  2. Yo también tengo algo de envidia...
    Tienes que comprenderlos, ponerte en su piel para saber qué les impide dar el paso... tú eres capaz de entenderles mejor que nadie, con sus experiencias, sus miedos... Segurísimo que es posible, cómo no lo sé, depende de la situación. A veces hay que ir muy poquito a poco, y ser muy perseverante hasta que por fin se enciende la chispa.

    ResponderEliminar
  3. ..mmm...yo vendría a decirte que no fuerces nada. Que hagas lo que tu corazón sienta. Te lo dice alguien que quiso perder (afortunadamente) a su madre aún en vida, por el echo de no sentirse hija. Está claro que cada vida es un mundo. Sólo tienes que oír a tu interior.
    Bonito texto. ;)

    ResponderEliminar