miércoles, 25 de julio de 2012

(Ex)oxitocínicos.

(Imagen de paja_pija)

[Pasado]
Fui oxitocina durante veinte segundos, trece gemidos y siete alaridos de gaviota. En la calle había demasiada luz, demasiados desconocidos de ésos que son grullas en el pajar de sus cabezas y demasiada piel quemada hendida en el agua, en la sal, en las palabras que nunca insinuamos a la arena. Por eso nos refugiamos en el hogar robado, en el hogar raquítico donde huele a detergente y un retazo de maniquí nos camufla de la locura con su pie, con su pierna, con su enfermo color carne.
Fui oxitocina y tu también. Fuimos segregados equidistantemente en el agujero del colchón, en la angustia de las sábanas, en el abrazo roto por las horas, por la claustrofobia del mañana que ya es hoy.

[Presente]
Las hormonas me hacen escribir, tachar, fumar y entonces el gas muere, huye, y ellos miran, ellos escudriñan entre los bártulos, entre las aceras, entre las picaduras del verano.

[Presente II]
Ahora soy una solitaria que espera, espera al tiempo, espera obviando el verbo, espera con los ojos muertos y suda, suda tanto que el ventilador sólo seca y los idiomas se mezclan y la oxitocina nos deja.

lunes, 23 de julio de 2012

Fuimos veintipico años de impaciencia.

(Collage de Linder Sterling)

Íbamos descalzos, desnudos sobre los tejados de alambre, sobre los despojos de noches anteriores, de apocalipsis que pensamos que serían muerte, que nos asfixiarían sin que pudiéramos ahuyentarnos. Vimos fuego y sacamos los mecheros como armas arrojadizas, como defensa y ataque, como calor externo al cuerpo, como quemaduras que huelen a plástico. Venía de otro pueblo, de la frontera más próxima, y oímos aullidos humanos, eran bebés siendo quemados –dijimos- eran neonatos sufriendo la peor de las despedidas y no éramos nosotros, nosotros correteábamos por las alturas sin más sufrimiento que la escasez de tabaco, que la finitud del amor, que la huída del calor de madrugada. Gritamos fuerte y nos rozamos creyendo así en el surgimiento del propio fuego, creyendo así solidarizarnos con esas desdichas efímeras y apurando el alcohol restante para fundirnos con la última llama de los mecheros, con el fogonazo que nos haría parte de esos tonos grises para siempre. Aullamos al amanecer pero no fue suficiente. 45 metros sí lo fueron, y al final fuimos asfalto, fuimos gritos de vecinos en domingo, fuimos el final de las hogueras de ese año, fuimos la certeza del delirio, fuimos veintipico años de impaciencia.

miércoles, 11 de julio de 2012

Las marcas de las cuerdas sobre la carne.

(Fotografías de Grzegorz Kowalski : Maison de Poupée)

Necesitaba madurez,
dolor de entrañas,
pus en las heridas.

Necesitaba destruirme
para ser yo
y beber aire de las piedras
para no echar de menos,
para no desgranarme.

Necesitaba dos años sin espasmos,
creencias póstumas
-familiares de alguna sustancia-
y bibliotecas teniendo hijos,
pariendo durante nieblas interminables.

Ya expiró.
Era lacra vieja.
Lacra seca.
Lacra malsana.
Eran vicios en el aire, vicios en las amenazas, vicios en el "yo" como sorbiendo al superhombre tras la eclosión del huevo, tras la última gota que deja entrever la membrana de la médula, de las costillas, de la carne rasgada sobre la carne, de los idiomas de los muertos que fuimos -fui- y a los que conseguimos acribillar a escupitajos.

miércoles, 4 de julio de 2012

Quemar culpables para no petrificarse en los días blancos.

(Ilustración de Aleksandra Waliszewska)

I.
Trozos de carne humana quemada
enrojecen aún más el aire.
La estupidez del calor
embota mentes,
trafica con espíritus
y disloca áreas cerebrales
mientras la arena hace sangrar
(ojalá)
a los culpables del incesto.

II.
La irrevocabilidad del destino
tras el último vaivén,
tras la pausa en la frecuencia
de repetición de la rueda,
tras el nacimiento de julio,
me hace aspirar el humo de los otros
y secarme ruidosamente por dentro.

III.
Y todo se resume
en que la impotencia
no viole más humanos
y en que el éxodo sea breve,
-se debilite exhausto-
y esos culpables se calcinen uno a uno
para así ahorrarme todas las tiritonas de los días blancos.

domingo, 1 de julio de 2012

Los días que acaban en -s.

(Ilustración de Robert Longo : Strong Love)

Tránsito
rápido
lento
infecto.

Decadencia. Exhaustez. Agonía.

El tiempo se nos muere en las manos
expira
suplica
y le asesinamos
golpeamos
desangramos
humillamos
suicidamos.

La sonrisa nos delata.
Ahora el movimiento
será sólo de nuestros cuerpos
y la incertidumbre dejará de hipnotizarnos
con la desnudez de sus senos.
Ahora
correremos
(nos)
sobre el vórtice entre universos.
Terminaremos sobre relojes
pitidos
manecillas rotas
y nos recompondremos de la resaca sexual
durmiendo todos los días que acaban en –s.


(He de agradecer a ésta página de facebook
el concepto: "días que acaban en -s")