martes, 22 de enero de 2013

Un poema de Alejandra Pizarnik.

(Ilustración de autoría desconocida sacada de aquí

SORTILEGIOS.

Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo, agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres de rojo que me aspiran el único calor que me doy con el corazón que apenas pudo nunca latir, a mí que siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y comer y respirar y a mí que nadie me enseñó a llorar y nadie me enseñará ni siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración con babas rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que yo me procuré y ahora vienen a beber de mí luego de haber matado al rey que flota en el río y mueve los ojos y sonríe pero está muerto y cuando alguien está muerto, muerto estápor más que sonría y las grandes, las trágicas damas de rojo han matado al que se va río abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión.


Alejandra Pizarnik. Extracción de la piedra de la locura (1968)

sábado, 19 de enero de 2013

Mímica.


11

ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada


Alejandra Pizarnik. Árbol de Diana.

I.
Se suicidaban tarde
siempre de óxido
y apagaban con cristales
lo que había empezado en otra vida
entre dos estómagos sedientos de noche.

II.
Se susurraban
("animal")
para simplificar
un ocaso amoroso
-cualquiera-
para vaciar el amor
sin que llore
y
sobre todo
para que no me apiadara
yo misma
o ella
de mí misma
o de ella
(ella,
mi yo catártico
que ahora habita el silencio:
ya abrazó la palabra
antes de ser animal
y olvidar el movimiento).

III.
Se hipnotizaban al oído,
decían:
"somos mímica
ojalá eterna"
y
-¡malditos!-
me escribían:
"vamos a dejarlo"
pero el sexo
y el pellizco del amor
les dejaba asesinados de brillo,
y siendo sonidos rotos
no se sabe
decir no quiero.

domingo, 13 de enero de 2013

Cutting blades.

(Ilustración de Jean-Paul Bourdier)

Obsesiónate con tus láminas
que se humedecen
cuando la sequía apremia
cuando nos obstruye:
ojos pálidos de viento
palabras no conscientes
pero la verticalidad
las sepultó de polvo
pero si la verticalidad
las repitió
fuera del tiempo.

Muévelas lento
-¡cuidado con los huesos!-;
los ojos dormidos
son asombro y llanto
que contagian ráfagas
a los pájaros
de los inviernos
que nunca
fueron
ni
serán
nuestros.

Cortarse con otras láminas de piel nos lleva a beber la ausencia
como si el café caliente fuera ella
en los días impares
en los misterios
punto y final
de los huecos
que nos
salvan
de ser
nuestras
propias
sombras
de invierno.

martes, 8 de enero de 2013

Obscurité.


Ella vuelve
-entera-
y se ahoga en vendas
por si el sucio licor
le vomita dentro
y le azota las mejillas
con la mortalidad
de sus órganos
y afluentes.

Ella se amasa los huesos
-pero las costillas
creciendo
y atrapándola
y el hedor a noche-
porque tiene miedo
a que lo implícito del negro
le arranque
las prolongaciones
de los sentimientos.