(Fotografía de Tono Stano)
Yacía en el tercer escalón de una añeja escalera situada más allá del fin de toda construcción habitable. Lluvia de estrellas. Siete cervezas. Unas diez caladas. Plenitud emocional momentánea. 27ºC.
Florecía una estela en el lado más oscuro del cielo en el momento justo en el que se comenzaba a desprender una piedra de la pared que le proporcionaba una sombra invisible a la madrugada. Una piedra bastante pesada, aunque no lo suficiente como para que no se permitiera dar unos cuantos giros en el aire, más que nada para recordar su reciente vida pasada, su sonriente infancia, su truculenta mediana edad y su demencial senectud. Más que nada para gozar de un triste segundo de algo no material, perceptible, sólo susceptible de compartirse mediante la más frenética empatía.
Mientras la piedra se afanaba en rememorar su vida de piedra, ella la observaba hipnotizada a unos tres metros de distancia, gracias al chasquido y al silencio (ahora terrorífico) de esa noche de verano. La que creía su noche y cuyo cénit parecía que estaba llegando, aunque de una manera radicalmente opuesta a todas las que había imaginado en el interminable mes precedente.
Sus neuronas trabajaban furiosamente, con los ojos inyectados en sangre. La piedra, la 7.534.892.004 creada en esa ciudad, iba directa a su yugular, justo a su diabólica sección, y ella no hacía otra cosa que examinarla embobada, en una especie de cámara lenta que caminaba abrazada a un sentido del tacto elevado a su máxima expresión.
Tras los acontecimientos, todo sería muy borroso. A ella sólo le quedan recuerdos de luces, de respiraciones agitadas, de gritos silenciados y de dolor, mucho dolor. Pero no de dolor físico, no, sino de uno de esos que te avivan el corazón, te rocían de gasolina y te prenden fuego a plazos. Unos plazos cortos e intensos, pero al menos perecederos, siendo "ésa" la única palabra que su mente fabricaba ansiosamente, en un intento de indicarle que la agonía tenía un fin palpable fácilmente alcanzable si se estiraba un poco en la camilla, se ponía de puntillas con los talones y se impulsaba desde muy adentro, exhalando una penúltima vez.
“Murió entre convulsiones tras un intento de suicidio muy bien planificado” -rezaba el informe policial-. Once palabras que se le habían metido en su interior sin permiso alguno, y que habitaban sus oídos entre constantes y enloquecedores pitidos. Por ellas estaba ahora en este limbo y no buscando otro cuerpo, apostando, eligiendo y probándoselo cuan guante. NO. Por ellas llevaba aquí ya nueve meses, aunque no era nada comparado con la inmortalidad que le restaba, el estúpido infinito. Aunque al menos en este submundo había alguien que le hacía dejar de echar tanto de menos e imaginar una plausible felicidad no alucinada por las pastillas. Al menos así tenía algo que agradecerle a la piedra y al sarcástico y tradicional baile de su familia de cada mes de agosto.
(El limbo para los suicidas está inspirado en la película Wristcutters)
Una vez soñé ser piedra de silex, encastrándome contra la yugular de un corrupto, pero no sangraba.
ResponderEliminarSaludos
Sencillamente desasosegante; es como leer a la par a Virginia Wolf y a Poe, me gusta lo que has escrito. Oscuro y tétrico. ¡Besos!
ResponderEliminarleerte con fiebre es la hostia! te lo aseguro! ;)
ResponderEliminarBesos a distancia!
Tú sabes cosas que los demás no eh?
ResponderEliminarBesos.
Daniel Day-Lewis es uno de los actores con más peso del panorama. Te recomendaría que si quieres ver algo de su filmografía, empezases por sus inicios, con por ejemplo En el nombre del padre, un auténtico clasicazo con el que se dio a conocer internacionalmente por su desgarradora interpretación de un joven que junto con su padre son detenidos como sospechosos de cometer un atentando del Ira, encarcelados y torturados en una carcel británica, todo ello basado en una historia real de un padre y un hijo que lo sufrieron y que años despues se demostró su inocencia. Despues hizo dos continuaciones del tema con En el nombre del hijo y The Boxer, en la misma linea temática. También cuentan entre sus grandes películas el último Mohicano, Mi pie izquierdo o la mundialmente conocida Gangs of New York. Recientemente se le ha visto en Nine y próximamente se pondrá en la piel de Abraham Lincoln en la nueva peli homónima de Spielberg.
ResponderEliminarMe resulta curioso que su cara te inspire confianza. Si algún día ves la peli, entenderás porqué.
Saludos y gracias por pasar.
Quisiera entender el mensaje de las piedras...
ResponderEliminarRelato intenso y alucinógeno. A veces ha de ser bueno tener una piedra a mano, aunque sólo sea por el tacto. Muy bueno. Beso
ResponderEliminarMuy oscuro. Como a mí me gusta.
ResponderEliminarUn bezzz.
Pd: gracias por la fidelidad y los comentarios afectuosos.
Piedras de color, piedras de luz y piedras que ruedan en cada misterio desgranado de la vida.
ResponderEliminarSaludos.
"Plenitud emocional momentánea." Como leo en un comentario, sí, muy oscuro. Al principio me ha recordado lo al big bang pero a la inversa, vamos el apocalipsis. Luego me ha transmitido, una sensación de frío y lo del suicidio y la policía bff... todo muy turbio... camina hacia la luz... un abrazo.
ResponderEliminarNo he visto la película, pero creo que es interesante verla después de leer tu texto. Por algo te inspiraste en ella. Tomo nota del nombre.
ResponderEliminarTe agradezco tu presencia en mi blog, tu espacio me parece interesante volveré siempre que publiques. Te sigo.
Hasta pronto.
Es un relato curioso y extraño... me gusta porque siempre vas más allá de lo que a simple vista se ve, ese otro lado misterioso de la vida, entre caótico y oscuro... no sé. Intensos siempre ^^
ResponderEliminarescalofriante como la vida
ResponderEliminarEste mundo
ResponderEliminares cada vez mas complicado para mi.
Besos
enorme relato, me gustó muchísimo
ResponderEliminarun beso*
La inmortalidad de estar muerto.
ResponderEliminarDoloroso hasta lo imposible. Ahora entiendo por qué hje hablado varias veces de una especie de sueño mineral.
ResponderEliminarMaldición, me haz pillado entumecido...
ResponderEliminarEse haz creo es has, pero no lo sé, nunca lo he sabido, o savido o zabido, no lo sé, diablos!, no lo sé!!!
ResponderEliminarYo diría que es un "has", aunque desde el entumecimiento se permite de todas las maneras posibles, por eso de que parece que se te queda la boca de lado (al menos a mí).
EliminarTraía entre las manos un buen comentario y záspitas Zarco ze lo ha zampado.
ResponderEliminarUn beso.